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El Tesoro del Presente

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 Absorto miro las baldosas de mi casa, busco en su dibujo un sentido a la incertidumbre de la época, a la puesta en escena en la que nos acomodamos cada día. La tenue luz de la pieza apenas calienta, pero alumbra lo importante; este momento es lo único que tengo,  ponerle atención traerá la calma.   A veces bien, tantas otras mal, trepidantes, conscientes, contentos e impacientes vamos llenando el acontecer con esta sustancia que llamamos vida. En el sinuoso bosque del tiempo conectamos lo que creemos que pasó con lo que creemos que vendrá. Y así, sin previo aviso, ¡paf! un día cesarán los momentos, el respiro, y volverá el sinsentido.    Inmerso en el instante recuerdo que la palabra escrita ofrece una entrada al misterio. La cuerda agitada, vislumbres para una comprensión. Pero los hechos reinan y se acaba el tiempo para filosofías, mi hijo ha despertado, estremecido en la penumbra. Ya aprenderá que la sombra es síntoma de la luz. Parto a reconfortarlo y dejo a la palabra sin lector,

“Sé que la Vida Pasa”

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 “Sé que la Vida Pasa”  Tengo la fortuna de aún contar con el Yeye. Abuelo genial, pintor, inventor, humorista, alma inquieta y alegre. Músico autodidacta, que sin instrucción alguna, toca de oído Beethoven en piano y crea naturalmente con el instrumento que tenga a mano.  La abuela Rosamarina completa el binomio, pintora talentosa, consumada cocinera dominical, hija de Gregorio de la Fuente, el Golli, pintor y muralista chileno, mítico en su tiempo, que legó arte y estética de vida.  Recuerdo vívido los fines de semana de la infancia en que los visitábamos. El Yeye seguro nos esperaba con algún juguete que había inventado. Un improbable mecanismo hecho con maderas, clavos, cuerdas, elásticos, bolitas. El antejardín de la casa, microclima salvaje y dedicado. El taller de pintura del fondo, olor a creación, aire místico y energizado, abundancia cromática y espiritual.  No puedo terminar de explicar cómo hasta el día de hoy, todo lo que hace el Yeye está infundido de vitalidad, colorido,

Un viejo pesado y una vieja linda

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 Me he peleado con el guitarrón chileno muchas veces. Me ha caído muy mal. Es como un viejo pesado, mañoso y cáustico, que no te la hace nunca fácil. Sumado a su inherente dificultad técnica, se parece más a una escarpada montaña, que a un cálido refugio musical.  Pero, ¡qué tremendo espíritu que tiene!, qué manera impresionante de invocar energías, presencias y ausencias. Es el mago que al instante me conecta con el alma de mi paisaje. Su resueno, su configuración, su simbología, son únicos en el universo.  Pasé años estudiando solamente el toquío básico que acompaña el canto a lo poeta. El maestro Alfonso Rubio, ilustre integrante de la más fina estirpe de guitarroneros de Pirque, me enseñó los rudimentos, y fiel a mi porfía autosuficiente, me lancé a practicar y descubrir por mi cuenta, preguntar aquí y allá, recabar grabaciones con amigos, etc.   La experiencia de los encuentros de guitarroneros de Pirque me marcó intensamente. Fue una vivencia absolutamente reconceptualizante de l

Mitologías

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  Muchas veces he creído estar viviendo una contradicción entre hacer música y hacer familia. La vida en pareja es una de amor y entregas. Tres hijes a quienes dedicar energías, pensamientos y recursos llenan el alma mientras vacían el reloj. Cuántas veces he tomado mi guitarra para, ipso facto, oír un distante pero ineludible "papáaaaaaaa". Así surge la mitología en torno a la falta de tiempo para el proyecto personal.  Habrá quienes vivan la oposición de haber relegado una pasión durante años a cambio de pragmatismo. O aquellos que sólo tengan pedacitos de noche para sí, luego de agotados días de trabajo "normal" (que no llenan la cuenta, pero compran algo de predictabilidad).   Pongo la radio, o los más tocados de Spotify, y lo que más escucho son lo que llamo "Super 8 musicales"; endulcorados bocados de sonido que excitan los sentidos, distraen de la ansiedad, y hasta dan una pasajera alegría. Dulce entra, nada queda. La música, nacida para saciar el

Naima

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  Llevo años sintetizando el jazz y la música chilena. Desde mi primer disco Catorce hasta el último video q subí a Instagram que vengo intersectando mundos.  Una vertiente de la investigación se ha dado desde lo compositivo e instrumental. La Orquesta del Viento y Peregrinos han sido los proyectos con los que he indagado los sonidos de Latinoamericana y Chile. La elección de los músicos, los colores de la instrumentación, los estilos ternarios, etc., han resultado ser buenos amigos de la mentalidad libertaria del jazz y de su hábito estructural.  Otro mar de posibilidades se abrió cuando dispuse mi trío jazzero (guitarra-contrabajo-batería) al servicio del repertorio local. Imaginemos usar el El Derecho de Vivir en Paz de Víctor Jara para efectuar el “plan standard” sobre él, es decir, tocar la melodía de la canción, luego, improvisar sobre sus acordes para, finalmente, cerrar con la melodía. Todo esto quizá cercado por introducción y outroducción. Esta operación ha resultado gratif

Economía

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 Etimológicamente hablando, la palabra “economía” viene del griego “oikos” que refiere a la casa, sus bienes y administración y “nomos” que significa ley, norma. Vendría a ser entonces algo así como el conjunto de leyes que rigen el funcionamiento de nuestro propio hogar. Escogí esta palabra para hilar lo que musicalmente ocurre en el campo de Chile, en la música popular de Occidente de los 50’s y en mi casa hoy.    En los últimos tiempos he investigado y tocado una pequeña fracción del gran repertorio instrumental de la guitarra traspuesta chilena y he dado con ciertas lógicas y mecanismos comunes a sus variantes. Trasponer una guitarra no es más que reafinar el instrumento, usualmente para simplificar la interpretación. Quienes han masterizado este arte han sido las y los músicos del pueblo llano, tan sabiamente desafectados de academicismos y complicaciones. (Nótese también la etimología de folklore: en inglés, Folk = persona común, pueblo. Lore = conocimiento. Ergo, folklore = sabe

El Pingüino

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 Pasó una quincena tenue, con notas amargas y otras brillantes. El peso del encierro, la rutina obligada, el stress constante respecto de la situación sanitaria y el bombardeo incesante de noticias de un país resquebrajado, agotaron mi ánimo.  En lo estrictamente musical, el entusiasmo de estar en una zona de descubrimiento, me mantiene motivado y alerta, con una permanente curiosidad que sacio inventando ejercicios a diario. Éstos, muy notoriamente, han tendido a la sustracción. Complejos ejercicios han estado perdiendo notas en busca de un patrón rítmico irreductible. También en lo melódico, busco que la síntesis se aproxime a 0.  El horizonte armónico del jazz se presta fácilmente para fundirse con otros paisajes. Estoy creando en base a arpegios o series melódicas de alguna escala dada e incorporándolos al ritmo de 6/8, en específico al patrón de la cueca/tonada y sus variantes.  Bueno, todo esto, tan dfícil de llevar a las palabras, es natural y obvio cuando practico.   Pas