El Tesoro del Presente
Absorto miro las baldosas de mi casa, busco en su dibujo un sentido a la incertidumbre de la época, a la puesta en escena en la que nos acomodamos cada día. La tenue luz de la pieza apenas calienta, pero alumbra lo importante; este momento es lo único que tengo, ponerle atención traerá la calma. A veces bien, tantas otras mal, trepidantes, conscientes, contentos e impacientes vamos llenando el acontecer con esta sustancia que llamamos vida. En el sinuoso bosque del tiempo conectamos lo que creemos que pasó con lo que creemos que vendrá. Y así, sin previo aviso, ¡paf! un día cesarán los momentos, el respiro, y volverá el sinsentido. Inmerso en el instante recuerdo que la palabra escrita ofrece una entrada al misterio. La cuerda agitada, vislumbres para una comprensión. Pero los hechos reinan y se acaba el tiempo para filosofías, mi hijo ha despertado, estremecido en la penumbra. Ya aprenderá que la sombra es síntoma de la luz. Parto a reconfortarlo y dejo a la palabra sin lector,